Muchos de nosotros tenemos niños/as. Llevar una familia, muchas veces, forma parte del no parar que nos absorbe en el día a día. Las prisas, el estrés y no tener tiempo nos hace cocinar, muchas más veces de lo que querríamos, platos que son rápidos de preparar pero no demasiado saludables. ¡Tanto para mayores como para los peques!
Pero nosotros queremos que los niños coman platos saludables, con verdura, legumbres, pescado... Y muchas veces, ellos mismos lo rechazan. ¿Cómo podemos evitarlo? Predicando con el ejemplo.
Ello puede pasar por varios motivos:
- Si en el día a día no hacemos comidas de ese tipo, no se acostumbrarán a verlos como alimentos habituales y necesarios en su dieta.
- También los padres tenemos que predicar con el ejemplo, ahora y siempre. Si los niños ven que a ellos se les hace comer verdura, pero los adultos no comemos demasiada, verán claramente que algo no encaja, Además, los niños siempre escuchan: cuanto más buenos se consideren en casa los alimentos saludables (por palabras y hechos), más se impregnarán de esa información.
- Los desayunos en la escuela también son importantes: hacerles un bocadillo, darles fruta u otros alimentos saludables por encima de bollería, dulces o refrescos también les acostumbra positivamente.
- Los padres son quienes compran y controlan los productos alimenticios que entran en casa. Por tanto, si la nevera y la despensa están llenos de productos saludables y muy pocos dulces, galletas, etc. también influye positivamente.
- Los niños son más propensos a practicar ejercicio, correr, moverse arriba y abajo. Participar en sus juegos también permite que forjemos más vínculo con ellos, hagamos deporte mayores y pequeños y adquiramos, juntos, ¡un hábito saludable muy importante!